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Tratamiento

 

Se debe iniciar un tratamiento inmediato antibiótico para prevenir complicaciones e incluso la muerte causada por la fiebre manchada de las Montañas Rocosas; por lo tanto, debe iniciarse aún sin confirmar el diagnóstico, debido a que el retraso en el inicio del tratamiento aumenta las posibilidades de muerte. El tratamiento generalmente se justifica para cualquier paciente que resida o que haya viajado recientemente a una región endémica, y que tenga signos y síntomas indicativos de la infección. Aunque la decisión de iniciar el tratamiento casi siempre es difícil, la elección del antibiótico para esta enfermedad es relativamente sencilla y segura. La doxiciclina es el fármaco de elección para todos los pacientes, con excepción de los individuos con historia de reacciones de hipersensibilidad a las tetraciclinas y las mujeres gestantes. En estos casos, la decisión debe tomarse después de calcular el riesgo contra el potencial beneficio; la probabilidad de una infección por rickettsias debe medirse frente al riesgo de no administrar el medicamento y el riesgo potencial del uso del cloranfenicol en el embarazo, la única alternativa terapéutica para la fiebre manchada de las Montañas Rocosas.

 

Aunque la doxiciclina en niños se asocia con riesgo de manchas dentales, es el fármaco de elección para el tratamiento de la fiebre manchada de las Montañas Rocosas en ese grupo de pacientes. Aunque la actividad de la doxiciclina contra las rickettsias es bacteriostática los estudios in vitro y en el modelo animal sugieren que el cloranfenicol es menos eficaz que la doxiciclina en casos de fiebre manchada de las Montañas Rocosas. Estos datos y el riesgo de anemia aplásica han llevado a la mayoría de expertos a recomendar al cloranfenicol como agente de segunda línea para el tratamiento de la enfermedad.

 

La dosis recomendada de doxiciclina es de 100 mg dos veces al día por vía oral o intravenosa (donde se dispone)  y la duración óptima del tratamiento no está bien establecida. En general, el medicamento debe continuarse, al menos, hasta tres días después de la disminución de los síntomas. La mayoría de los pacientes se curan con 5 a 7 días de antibióticos y casi todos mejoran en los primeros dos a tres días, aunque en casos con compromiso multiorgánico pueden tardar más tiempo.

 

La enfermedad clínicamente leve se puede tratar de manera ambulatoria. Cuando es más seria o no se tolera la terapia oral, se debe hospitalizar el paciente. Por lo general, la enfermedad grave se asocia con alteración del estado mental u otros signos y síntomas neurológicos, azoemia, trombocitopenia grave, o signos y síntomas de inestabilidad vascular.

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